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15 de Julio de 2007

¡Que viernes! lleno de gracia

Un Malpaís disfrazado, lleno de humor, levantó a un gentío en un escenario único: un circo. Fue a todo color.

Ana María Parra Aravena
aparra@nacion.com

Imaginarse cómo sería un concierto con los Malpaís tocando en un circo era un hueso difícil de roer. ¿Qué sorpresas tendrían? ¿Cómo hacer de un escenario modesto y un lugar que superara los teatros finos y los bares de buen ver?

La expectativa, el viernes en la carpa del circo de los Hermanos Roca (Zapote), era tan larga como las filas. A las 8 p. m. no quedaban más que las entradas “hueso”. Y eso que el “chivo” comenzaba a las diez.

Las filas parecían un acordeón de lo más variopinto: niños, jóvenes, señoras de avanzada edad. Esa forma tremenda de llover que tuvo el viernes en San José no detuvo a nadie, y ya para las 7 p. m. la fila iba tomando forma; y amigos o “compas” guardaban lugar a sus amigos que llegarían tarde.

La causa era buena: Malpaís armaba un concierto para contribuir al proyecto Un Techo para Mi País –esta vez para dar casas en Tirrases–, y ese gusanito que provoca un poco volver a ser niño le sacó su parte de ¡vamos a jugar!

Parte I
Como verse las caras en el circular espacio de un circo resulta un poco soso, apareció el actor César Meléndez que con su personaje de Pacífico de León, un cuidacarros nicaragüense, iba poniéndole humor al asunto: desde las filas hasta en el centro de las graderías de la carpa.

Un payaso, Panchito, regalaba globos fucsia que sacaba de una caja de cartón. Otros payasos también compartían presencia, estaban sentados entre el público como cualquier otro buen espectador sediento de música.

Siempre en su encarnación de cuidanaves fue Meléndez el que presentó uno a uno a los de Malpaís. Fidel Gamboa fue el primero en salir, y con verlo fue suficiente para concluir lo que venía: se disfrazaron estos malillos. Como un payaso todo vestido de blanco satinado y con pompones en lugar de botones iba el cantante y guitarrista.

Manuel Obregón era como un Bozo: de cuello y pelo rojo y todito vestido de cuadritos colorados con blancos. Jaime Gamboa se fue de domador de circo, Tapado Vargas de una especie de Mago Mandrake –con todo y sus bigotes bien enrrollados–; Gil Jarquín era como un payasito niño de corbata divertida mientras que Daniela Rodríguez era un rojinegro arlequín.

¿E Iván Rodríguez? ¿Dónde estaba el violinista? No aparecía y nadie del grupo decía saber. Entonces comenzaron: Como un pájaro pudo dar apenas sus primeros acordes y la carpa –casi en lleno total– cantó solita y a todo pulmón.

Panchito el payaso seguía lanzando globos y cuanto papel picado le salía de la caja hasta que sacó algo más interesante: un violín. Sí, ese payaso era Iván y la gente soltó su buena carcajada cuando se integró a la canción de Malpaís.

La Vieja vino luego y Abril provocó el mismo efecto que el tema de abrir: coro gigante.

Bajaron las luces de la carpa casi en un oscuro total y vino el primer episodio emotivo de la noche.

Manuel Obregón se sentó al piano y empezó a sonar Epitafio . Entonces Mónica Miranda se colgó de una larga tela blanca y ejecutó una coreografía área sublime. Parecía que se mecía en un cachito de luna mientras Malpaís sonaba dulce y nostálgico. Aquello era un boleto para la imaginación.

Chao luna se integró al espectáculo y fue entonces cuando unos malabaristas y manipuladores de fuego (de los Hermanos Roca) entraron para arrancar aplausos. La música y ellos se hacían uno.

Un payaso apareció con una carretilla llena de muñecos, iba haciendo sus suertes que incluían la de dar vida a un leoncito que parecía de peluche. ¡Y caminaba! Sus varios “¡ahhh!” arrancó de entre el público al ver aquella cosita arremedo de león feroz dar un paseo por el escenario, hasta que, el payaso, literalmente, le quitó la piel al “juguetito” que resultó ser un perrito amaestrado. Hubo risas.

Colgándose de aquella carcajada Malpaís tiró El Portoncito e Hila y Reta –con César Meléndez haciendo de charro necio– .Y así , en alto, se fue a un intermedio.

Parte II.
Otro lugar fue el tema que abrió la segunda porción del concierto cuando el reloj daba las 12 de la noche. Y fue un recomenzar emotivo porque los artistas de Exánima matizaron con un espectáculo de luz negra: animales de fantasía iban en una especie de danza de la creación.

Es tan tarde hizo que la carpa volviera a cantar. Y de hecho no paraba el coro: que Rosa de un día , Muchacha y Luna , Contra marea , Más al norte del recuerdo . Varias matizadas con malabares de la gente de Circo Vivo.

En su intervención como solista para Consejos , Daniela Rodríguez, se llevó aplausos.

Cuando entró Presagio aquella carpa se puso de pie para entre palmas y coros gigantes cantar “agua, una gota de agua”.

Era el final y Malpaís decía adiós, pero la gente no lo permitió y el grupo entregó dos temas más: Malpaís y Son Inú que el gentío oyó de pie de la misma forma que despidió a los ticos de corazón generoso y fino buen humor.

Tomado de http://www.nacion.com/viva/2007/julio/15/espectaculos1168308.html